La Fraternidad 1877

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Supremo consejo grado 33°
del Rito Escoces Antiguo y Aceptado
para la Republica Argentina.

Excélsior

Por qué el Escocismo?

El Escocismo es un medio para alcanzar el estado de sabiduría, a través de la vía iniciática en su momento esotérico, que satisface el conocimiento racional, y que nos lleva desde el nigredo personal de la coincidencia entre nuestro “yo” y nuestro cuerpo, hasta el rubedo de nosotros mismos, a través del albedo, donde comienza nuestra Aurora (nuestra Aurea Hora). N. L. H.

Somos discípulos de una escuela iniciática, la última, en orden de tiempo, en occidente, una escuela que no posee boletines de calificaciones, no ofrece carreras cortas ni ganancias lucrativas, sino que es una Institución que introduce a los que son parte de ella en los niveles de conocimiento más elevados, hasta el punto en que el mundo real se torna pletórico de nuevos significados, significados que, en la realidad de todos, existen pero están ocultos de aquellos que no tienen “ojos para verlos” y “oídos para oírlos”, o todavía no son capaces de usar completamente tales sentidos.

Pensar acerca del sentido y misión del Rito Escocés Antiguo y Aceptado es analizar su filosofía y la forma de aplicar y proyectar su rica esencia en la Sociedad Contemporánea.

El nuestro, es un Rito tradicional iniciático basado en tres elementos donde armonizan el Humanismo, la Libertad y el Espiritualismo, asentadas estas tres columnas fundamentales que lo sostienen, sobre una profunda fraternidad.

La vocación espiritual del Rito Escocés Antiguo y Aceptado nos conduce a un humanismo filantrópico, pues el rito permite, que una alianza de hombres libres trabaje para el progreso espiritual, moral, intelectual y material de la Humanidad.

Y tras lo que es aparente, emana la búsqueda de la verdad de donde emerge la espiritualidad, trabajando en cada reunión con los valores que tienden hacia lo infinito, lo sagrado; el camino personal hacia lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero. En definitiva, la búsqueda misma de la “Palabra perdida”.

Grande es la fuerza psicológica de sus Rituales, que logra interrumpir el automatismo de la vida cotidiana; y nos empuja hacia gestos y actos que, no condicionados por una utilidad material, nos ayudan a sumergirnos en pensamientos superiores; y nos arranca de la rutina diaria para introducirnos en una atmósfera completamente nueva y transparente, que predispone al alma a la trascendencia. Cada símbolo habla. Si racionalmente, no puede ser 3 entendido, es porque el lenguaje es el del mundo interior, el que solo puede ser intuido, el lenguaje del corazón.

La invocación al Gran Arquitecto del Universo se eleva en un sentimiento que tiende hacia algo más allá de lo humano, transforma el templo en un espacio sagrado. No es un rezo pero prepara para un estado de receptividad interior.

A lo largo de nuestra historia, la mayoría de las ideologías religiosas, filosóficas y políticas han evidenciado sus limitaciones y fracasos. El Escocismo es tolerante, espiritualista y humanista, universalista y unificador, y ofrece a sus miembros las herramientas de búsqueda para una vía de realización personal y colectiva.

La elevación espiritual en el R.E.A.A. se alcanza gradualmente: “hasta que hayas avanzado un paso, el resto permanecerá oculto”, o “hasta que la teoría de un estadío se te ha vuelto práctica, la siguiente etapa no se te revelará”. Ya que “mientras no utilicemos la luz que nos ha sido concedida, no obtendremos mayor iluminación”.

Por lo que el Escocismo considera de fundamental importancia todo objetivo de desarrollo que esté fundamentado en la Docencia de sus grados y como transmitir, de la mejor manera posible, el contenido iniciático, ritualístico y filosófico de la Masonería.

No basta con intentar conservar la Tradición, vanagloriándose de su importancia, es necesario encontrar aquellos valores que, precisamente por haber pasado siglos de comprobación, no solo transformen nuestro interior sino que se pueda trasladar el resultado de nuestro trabajo al mundo profano.

El Rito nos plantea como objetivo fundamental la respuesta que el Escocismo es capaz de dar a los problemas actuales de la humanidad y su eje fundamental para concretarlo se basa en sus estructuras de docencia gradual, es decir que lo fundamental es “saber enseñar como enseñar”, o lo que es lo mismo, “formar a los que luego deben formar”.

Sus altos grados, que en nuestro país preserva, transmite y administra el Supremo Consejo del Grado 33 y último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para la República Argentina, no solo constituyen un camino iniciático progresivo, sino también una escuela de pensamiento, de moral y de ciudadanía. Por eso, a la Alta Masonería Escocesa se la conoce como “masonería filosófica o filosofismo”. Todos y cada uno de los rituales de los sucesivos grados de esa riquísima escala, nos están ofreciendo ese doble plano de trabajo y perfeccionamiento personal. En el plano iniciático, las propuestas de estudio y la transmisión de un conocimiento atemporal y trascendente la hallaremos en su simbolismo, alegorías y leyendas. En el plano filosófico, el cometido del grado. La exigencia al masón como ciudadano, para que nuestra propuesta teórica y nuestra praxis ciudadana constituyan un referente ético 4 para la sociedad actual. Y de la dialéctica entre ambos planos es de donde nace la auténtica esencia del R.E.A.A., donde se posibilita la sinergia más propia de la orden.

En nuestra escuela, no hay maestros. De hecho, nadie puede enseñar nada excepto lo que duerme en la propia conciencia. Nadie invita a nadie a entrar en la morada de su conocimiento, sino que lo guía hasta el umbral de su mente, porque “la visión de un hombre no le presta alas a otro hombre”.

No hay discípulos en nuestra escuela, sólo hermanos que se comprometen en ayudarse a sí mismos en la búsqueda de lo más noble que puede estar dentro de cada uno de nosotros, con la esperanza de sacar esa chispa divina que se esconde en nuestro interior más profundo. Nuestro juramento nos compromete a transferir al mundo profano los resultados de nuestra investigación interna, dirigida a una dimensión humana más elevada y al mismo tiempo que nos prohíbe traer a nuestra institución esos vicios e iniquidades que a menudo manchan la vida cotidiana.

Finalmente no hay aulas en nuestra escuela, porque la única aula es todo el universo. El templo en el que nos congregamos no ocupa un espacio físico, en un tiempo cronológicamente determinado, sino que se constituye como un simple punto intangible, en el que son el hogar de aquellos principios eternos e inmutables a los que tratamos de acercarnos y para los cuales los términos del espacio y el tiempo no tienen sentido. Hay, en cambio, en nuestra escuela un instrumento esencial, fundamental, del cual la masonería se sirve para llevar adelante el proceso de elevación espiritual individual: el símbolo, entendiendo con este término no sólo las imágenes representadas o los objetos que tenemos en el templo, sino también los gestos que realizamos, las expresiones que pronunciamos y los elementos constitutivos del ritual.

El “hombre completo” que propone el R.E.A.A. es aquel que logra atender, desarrollar y equilibrar tanto su dimensión espiritual y trascendente como su plano ciudadano, político y moral. Nos propone un camino hacia la perfección y una filosofía llevada a cabo en acción; espiritualidad y humanidad, pensamiento y acción, teoría y praxis.

El R.E.A.A. “constituye la verdadera historia, no otra historia o una segunda historia”. Es la verdadera historia del Animus-Anima de la Humanidad y por lo tanto “el espíritu se atreverá a volar en el infinito consciente de su fuerza”, recorriendo “ese camino que va hacia todos lados”, y eventualmente vislumbrará las yeguas de Parménides que lo conducirán a la Luz.