Supremo consejo grado 33°
del Rito Escoces Antiguo y Aceptado
para la Republica Argentina.
Supremo consejo grado 33°
del Rito Escoces Antiguo y Aceptado
para la Republica Argentina.
La Cena Mística
Ágape, comida ritual colectiva nacida del amor fraternal y
perpetuada a través de siglos de cultura, es para nosotros los
masones un momento importante de Agregación, de cordial y cariñosa
reunión tras el solemne desarrollo del Rito en la austeridad del
templo; tiempo donde cada uno, todavía empapado en lo sagrado,
abandona la función de "actor de un psicodrama", para
recuperar su propia individualidad y disfrutar de la compañía
de los hermanos, con los que comparte con alegría, la misma comida,
el pan, bebe del mismo vino, alternando con brindis rituales que renuevan
el sentido de fraternidad y pertenencia.
El tema que involucra el amor
fraternal, que es el punto focal de esta cena, se vuelve explícito.
A través de una dialéctica dinámica y articulada,
poderosamente efectiva en términos de comunicación filosófico-conceptual
y deliberadamente desprovista de cualquier banalidad.
En esta fecha es típico
saludar con las palabras 'Felices Pascuas', un saludo que tiene distinto
significado según quien lo utilice y en que contexto. Podemos
preguntarnos por qué la Masonería Universal, que no es una
religión ni un sustituto, festeja una cena ritual en estas fechas
tan caras a Judíos y Cristianos. La primera respuesta la aporta el
hermano Charles Laffon de Ladebat, escritor masónico muy reputado y
contemporáneo de Albert Pike que dice: "Pues, en la doctrina
Masónica, que no es otra que una doctrina judeocristiana, en toda
su majestuosa simplicidad"
"Por esta razón, es que
este sublime e importante grado 18º Caballero Rosa Cruz, se os enseña
la tolerancia política y religiosa hacia todos los hombres..."
Los alimentos, sin embargo, como elemento de investigación, no es
lo único que se somete bajo la lupa: Origen, Tradición y
Significado, son los otros ingredientes presentes. Esta lectura no es, ni
quiere ser, un argumento de fe, los datos que aporta están en
sintonía con referencias documentales. La intención
principal es confrontar las fuentes existentes hasta el momento de esta
cena refiriéndolas al contexto arqueológico, político,
literario y lingüístico de la Palestina y del mundo
greco-romano del siglo I. El Convento de Lausana recomienda en este punto:
"A los hombres para los que la religión es la consolación
suprema, la Masonería les dice: cultivad sin obstáculo
vuestra religión, seguid las aspiraciones de vuestra conciencia; la
Masonería no es una religión, no tiene un culto, su doctrina
se encierra completamente en esta bella prescripción: Ama a tu prójimo
como a ti mismo".
Nuestra imaginación está condicionada
por la obra maestra de Leonardo da Vinci. La imagen tradicional de la Última
Cena se ha convertido en el símbolo de la consagración del
pan y el vino, adquiriendo, a lo largo de los siglos, un fuerte valor simbólico.
Debemos aclarar, sin embargo, que a través de una cuidadosa
investigación iconográfica de las representaciones
realizadas en Oriente y Occidente a partir del siglo III, en la escena
descrita en el cenáculo de Leonardo vemos a Jesús y a los apóstoles
sentados detrás de una mesa, pero los griegos y los romanos comían
recostados, de igual forma que los habitantes de Palestina en la época
de Jesús. No todas las casas tenían banquetas, la comida se
colocaba sobre mesas bajas y los invitados comían reclinados sobre
cojines y alfombras en el suelo. ¿Qué se comió en la Última
Cena? ¿Dónde tuvo lugar? ¿Cuándo? y principalmente
¿cual fue su sentido?
Según el Nuevo Testamento, en la noche
del Jueves Santo, antes de la crucifixión del Viernes Santo, en las
afueras de Jerusalén, en el Monte Sión, Jesús celebró
con los apóstoles la última cena de su vida y él como
sus discípulos observaron las tradiciones sobre la comida servida
aquella noche. Pero este libro sagrado no solo refiere aquel encuentro del
Jueves Santo, sino también otros eventos como las Bodas de Caná
o el Banquete de Herodes.
El menú de la última cena, el "Seder"
de la pascua judía, es una cena repleta de rituales y celebrada de
una forma similar en todo el mundo, que aún mantienen la gran mayoría
de los judíos tantos siglos después. El plato de Seder,
palabra que significa el 'orden o la posición de las cosas', es un
plato que contiene alimentos simbólicos que ayudan a celebrar y
recordar. Los seis elementos que se ordenan en el plato tienen un
significado especial que intenta evocar la historia y los sentimientos de
los israelitas durante el Éxodo. Este pueblo, tiene un vínculo
muy fuerte con los alimentos, que adquiere un valor espiritual y cultural
fundamental; con el banquete de las Bodas de Caná arrojamos luz
sobre las tradiciones alimentarias y sobre las numerosas reglas de la
kashrut, que designa aquello 'correcto' o 'apropiado' para ser consumido y
que constituyen el fundamento de la práctica religiosa, mientras
que con el Banquete de Herodes analizamos cuáles podrían ser
las influencias, sobre todo romanas, de una cocina internacional presente
en Jerusalén. ¿
Qué habríamos encontrado en la
mesa de la Última Cena? El alimento-símbolo fundamental de
esta celebración fue el pan ácimo, llamado Matzá, un
pan sin levadura recordando el éxodo, escapando sin tiempo para
amasar el pan de forma tradicional. Ciertamente cordero y vino
aromatizado, sin olvidar que la gastronomía Palestina ofrecía
otros platos característicos en la época, como el cholent,
un guiso de legumbres que se cocinaba muy lentamente, olivas con hisopo,
una hierba con sabor a menta, hierbas amargas con pistachos y charoset, un
pastel a base de dátiles y frutos secos. Y seguramente no debió
faltar el garum, una salsa de pescado típica de la cocina romana,
pero también presente en la variante local llamada tzir,
corroborado en un pasaje del Evangelio de San Juan, cap. 13 vers. 26,
cuando Jesús ofrece pan mojado a Judas, "A quien yo diere el
pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas".
A fin
de cuentas, lo verdaderamente importante que sucedió aquella noche
no fue la cena en sí, sino el acto de amor compartido, consagrado
con pan ácimo y el vino aromatizado. "Este es mi cuerpo, que
es entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía", dice
Jesús a sus apóstoles, en Lucas cap. 22 vers. 19. Y aquí
radica la gran respuesta. Sus palabras expresaban una radical novedad en
aquella cena, que se perpetuaría como símbolo inquebrantable
hasta nuestros días.
Cuando compartió el pan ácimo a
los discípulos, no les entregó pan, sino una realidad
distinta: esto es mi cuerpo. "En el pan partido, él se entrega
a sí mismo
Esta noche, los masones transformamos el pan, y ya
no es pan terrenal lo que compartimos, sino la comunión con
nosotros mismos" y al mismo tiempo que la vivimos, reafirmamos la
Tradición y la perpetuamos.
En este Cenáculo, en el que
somos destinatarios, pero también heraldos y ministros, solo nos
podemos expresar en términos de amor fraternal, bajo el amparo del
R.E.A.A., quien nos convoca con su sabiduría a esta unión de
masones y Caballeros. Fomentemos en nuestros corazones el afán de
transmitir, involucrados en nuestras lecturas, ese latido lleno de
fortaleza para que llegue a todos los grados de la Obediencia, hasta el último
rincón de los talleres en servicio de nuestro Rito.
Perpetuamos en
esta cena heredera de una Tradición antigua el "Simposio"
griego nacido inicialmente como Ritual de pertenencia. Esperemos, por lo
tanto, vibrar en cada momento con un amor fraternal sereno y cálido,
y que la búsqueda inagotable de la piedra filosofal sea siempre
para nosotros, los masones, un portador seguro de Conocimiento, capaz de
demoler falsas verdades y de "revelar" lo más puro y
divino oculto tras la miseria y el tránsito cotidiano mortal de
cada individuo.