La Fraternidad 1877

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del Rito Escoces Antiguo y Aceptado
para la Republica Argentina.

Excélsior

La Cena Mística

Ágape, comida ritual colectiva nacida del amor fraternal y perpetuada a través de siglos de cultura, es para nosotros los masones un momento importante de Agregación, de cordial y cariñosa reunión tras el solemne desarrollo del Rito en la austeridad del templo; tiempo donde cada uno, todavía empapado en lo sagrado, abandona la función de "actor de un psicodrama", para recuperar su propia individualidad y disfrutar de la compañía de los hermanos, con los que comparte con alegría, la misma comida, el pan, bebe del mismo vino, alternando con brindis rituales que renuevan el sentido de fraternidad y pertenencia.

El tema que involucra el amor fraternal, que es el punto focal de esta cena, se vuelve explícito. A través de una dialéctica dinámica y articulada, poderosamente efectiva en términos de comunicación filosófico-conceptual y deliberadamente desprovista de cualquier banalidad.

En esta fecha es típico saludar con las palabras 'Felices Pascuas', un saludo que tiene distinto significado según quien lo utilice y en que contexto. Podemos preguntarnos por qué la Masonería Universal, que no es una religión ni un sustituto, festeja una cena ritual en estas fechas tan caras a Judíos y Cristianos. La primera respuesta la aporta el hermano Charles Laffon de Ladebat, escritor masónico muy reputado y contemporáneo de Albert Pike que dice: "Pues, en la doctrina Masónica, que no es otra que una doctrina judeocristiana, en toda su majestuosa simplicidad"… "Por esta razón, es que este sublime e importante grado 18º Caballero Rosa Cruz, se os enseña la tolerancia política y religiosa hacia todos los hombres..."

Los alimentos, sin embargo, como elemento de investigación, no es lo único que se somete bajo la lupa: Origen, Tradición y Significado, son los otros ingredientes presentes. Esta lectura no es, ni quiere ser, un argumento de fe, los datos que aporta están en sintonía con referencias documentales. La intención principal es confrontar las fuentes existentes hasta el momento de esta cena refiriéndolas al contexto arqueológico, político, literario y lingüístico de la Palestina y del mundo greco-romano del siglo I. El Convento de Lausana recomienda en este punto: "A los hombres para los que la religión es la consolación suprema, la Masonería les dice: cultivad sin obstáculo vuestra religión, seguid las aspiraciones de vuestra conciencia; la Masonería no es una religión, no tiene un culto, su doctrina se encierra completamente en esta bella prescripción: Ama a tu prójimo como a ti mismo".

Nuestra imaginación está condicionada por la obra maestra de Leonardo da Vinci. La imagen tradicional de la Última Cena se ha convertido en el símbolo de la consagración del pan y el vino, adquiriendo, a lo largo de los siglos, un fuerte valor simbólico. Debemos aclarar, sin embargo, que a través de una cuidadosa investigación iconográfica de las representaciones realizadas en Oriente y Occidente a partir del siglo III, en la escena descrita en el cenáculo de Leonardo vemos a Jesús y a los apóstoles sentados detrás de una mesa, pero los griegos y los romanos comían recostados, de igual forma que los habitantes de Palestina en la época de Jesús. No todas las casas tenían banquetas, la comida se colocaba sobre mesas bajas y los invitados comían reclinados sobre cojines y alfombras en el suelo. ¿Qué se comió en la Última Cena? ¿Dónde tuvo lugar? ¿Cuándo? y principalmente ¿cual fue su sentido?

Según el Nuevo Testamento, en la noche del Jueves Santo, antes de la crucifixión del Viernes Santo, en las afueras de Jerusalén, en el Monte Sión, Jesús celebró con los apóstoles la última cena de su vida y él como sus discípulos observaron las tradiciones sobre la comida servida aquella noche. Pero este libro sagrado no solo refiere aquel encuentro del Jueves Santo, sino también otros eventos como las Bodas de Caná o el Banquete de Herodes.

El menú de la última cena, el "Seder" de la pascua judía, es una cena repleta de rituales y celebrada de una forma similar en todo el mundo, que aún mantienen la gran mayoría de los judíos tantos siglos después. El plato de Seder, palabra que significa el 'orden o la posición de las cosas', es un plato que contiene alimentos simbólicos que ayudan a celebrar y recordar. Los seis elementos que se ordenan en el plato tienen un significado especial que intenta evocar la historia y los sentimientos de los israelitas durante el Éxodo. Este pueblo, tiene un vínculo muy fuerte con los alimentos, que adquiere un valor espiritual y cultural fundamental; con el banquete de las Bodas de Caná arrojamos luz sobre las tradiciones alimentarias y sobre las numerosas reglas de la kashrut, que designa aquello 'correcto' o 'apropiado' para ser consumido y que constituyen el fundamento de la práctica religiosa, mientras que con el Banquete de Herodes analizamos cuáles podrían ser las influencias, sobre todo romanas, de una cocina internacional presente en Jerusalén. ¿

Qué habríamos encontrado en la mesa de la Última Cena? El alimento-símbolo fundamental de esta celebración fue el pan ácimo, llamado Matzá, un pan sin levadura recordando el éxodo, escapando sin tiempo para amasar el pan de forma tradicional. Ciertamente cordero y vino aromatizado, sin olvidar que la gastronomía Palestina ofrecía otros platos característicos en la época, como el cholent, un guiso de legumbres que se cocinaba muy lentamente, olivas con hisopo, una hierba con sabor a menta, hierbas amargas con pistachos y charoset, un pastel a base de dátiles y frutos secos. Y seguramente no debió faltar el garum, una salsa de pescado típica de la cocina romana, pero también presente en la variante local llamada tzir, corroborado en un pasaje del Evangelio de San Juan, cap. 13 vers. 26, cuando Jesús ofrece pan mojado a Judas, "A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas".

A fin de cuentas, lo verdaderamente importante que sucedió aquella noche no fue la cena en sí, sino el acto de amor compartido, consagrado con pan ácimo y el vino aromatizado. "Este es mi cuerpo, que es entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía", dice Jesús a sus apóstoles, en Lucas cap. 22 vers. 19. Y aquí radica la gran respuesta. Sus palabras expresaban una radical novedad en aquella cena, que se perpetuaría como símbolo inquebrantable hasta nuestros días.

Cuando compartió el pan ácimo a los discípulos, no les entregó pan, sino una realidad distinta: esto es mi cuerpo. "En el pan partido, él se entrega a sí mismo… Esta noche, los masones transformamos el pan, y ya no es pan terrenal lo que compartimos, sino la comunión con nosotros mismos" y al mismo tiempo que la vivimos, reafirmamos la Tradición y la perpetuamos.

En este Cenáculo, en el que somos destinatarios, pero también heraldos y ministros, solo nos podemos expresar en términos de amor fraternal, bajo el amparo del R.E.A.A., quien nos convoca con su sabiduría a esta unión de masones y Caballeros. Fomentemos en nuestros corazones el afán de transmitir, involucrados en nuestras lecturas, ese latido lleno de fortaleza para que llegue a todos los grados de la Obediencia, hasta el último rincón de los talleres en servicio de nuestro Rito.

Perpetuamos en esta cena heredera de una Tradición antigua el "Simposio" griego nacido inicialmente como Ritual de pertenencia. Esperemos, por lo tanto, vibrar en cada momento con un amor fraternal sereno y cálido, y que la búsqueda inagotable de la piedra filosofal sea siempre para nosotros, los masones, un portador seguro de Conocimiento, capaz de demoler falsas verdades y de "revelar" lo más puro y divino oculto tras la miseria y el tránsito cotidiano mortal de cada individuo.